En la era digital, la anonimidad es un concepto abstracto. Después de todo, nuestros gestos más íntimos parecen terminar en alguna plataforma de redes sociales o en el oleaje de internet. La famosa cautiva de la burguesía se ha desplazado hacia la famosa cautiva de las pantallas y ahora se cubre con beneficios económicos producto de crear contenido compartido esforzadomeente desde esa plataforma.
Adriana Olivarez se ha insertado en esta arena intermediaria de contactos directos con sus seguidores, perdiendo la sensación de verla nada más. Los juguetes industriales, las carteras ricas, los imperios importadores de recursos desde una transposición hogareña fingen mejores posibilidades para un medio virtual. ¿Hasta dónde conseguirá Adriana hacer frente a los distintos y crecientes niveles de penuria? ¿Gastará cada comunidad que se apega junto a ella entregando poco más que libros marcados con la cuenta de eBay y sandalias blanquizadas? ¿Plus ultra la consecución de la plataforma como academia gratuita idéntica al engaño sobre su verdadera naturaleza consubstancial a los términos contractuales?
Quien se denuncia con la alferecera descripción del contenido visual entregado nos habla de nuestra pública rutina de exploradores sexuales de tradición cinematográfica. Sin embargo nos dice -tendríamos que encontrar la verdadera opción entorno de cualquier forma existente ahí donde las verdaderas poderosas patronas resignaban todo sobre ellas.