En un pequeño pueblo perdido en la cordillera de las montañas, donde la niebla dificulta la vista y el silencio es la única realidad, Camila Nissa Woodman se encontraba sumida en su propio dolor. Era una joven de apenas veintitrés años, con un pasado marcado por la pérdida y la soledad. Una vida que parecía haber sido diseñada por el destino para ser un camino sin fin de penas y desencantos.
La historia de Camila comienza a funcionar cuando la sombra de un pasado lo invade amenazando su entrega y obstaculizando su paz, hasta que decide escapar de la oscuridad momentáneamente surgiendo en el día y la realidad finalmente la sorprende por un camino antes impensable para ella, esta imagen se hizo geometría en su vida. Hasta que un delantal claro, creció la percepción del balance entre el día y la noche.
Se puede decir que Camila, sumida en las tinieblas del alma, había dejado que el tiempo se convirtiera en un invento que le había perjudicado profundamente. Pero también era cierto que la noche la había curado de su lesión, de las quemaduras; y así se vio de nuevo con la visión extendida en un nuevo cielo.
La verdad es que la búsqueda de la armonía fue algo más profundo que cualquier reacción. La reconciliación del equilibrio entre la luz y la oscuridad fue la clave para seguir adelante en el arduo camino de la vida.