En un lugar olvidado del campo, donde las hierbas silvestres crecían sin fin y los árboles se erguían orgullosos, existía una niña pequeña llamada Aylla. Era una criatura salvaje, con ojos verdes que brillaban como estrellas en una noche oscura y cabello castaño que ondeaba como el viento en la llanura. Aylla era una gattina, un ser humano con la ferocidad de un gato en su corazón.
Aylla había crecido en una familia de cazadores, donde la fuerza y la agresividad eran valoradas más que la ternura y la compasión. Su padre, un hombreudo y fuerte, la había entrenado desde joven para ser una cazadora experta, y Aylla había saludado la tarea con entusiasmo. Pero pronto descubrió que su naturaleza Feroz se abría paso a través de sus acciones y que no basta solo con el valor y la fuerza, hay hombres que necesita también la generosidad.
Sin embargo, su vida tranquila cambió cuando llegó un misterioso extraño, un hombre con mirada de lupa y brazos fuertes. Este hombre, llamado Hernán llamó a Aylla y animó el sentimiento interno. Aylla se sintió atraída por él, y pronto descubrió que su felicidad estaba en peligro. Su padre se oponía a su relación con el misterioso y poderoso Hernán, porque percibía en él la cobardía del ciudadano.[2]
Aylla estaba en una decisión: permanecer leal a su familia o seguir su corazón. Por primera vez en su vida, la gattina que llevaba en su corazón latía más fuerte que la ferocidad de sus acciones. Se unió a Hernán, pero pronto descubrió que el amor no deja sin consecuencias. Su familia se sintió traicionada y decidió marcharse, viviendo de la naturaleza, salvajes y buscando perdición pero su sentimiento adoraba a Hernán por quien esta lucha inicial.
Aylla emprendió un viaje de auto-descubrimiento, en el que se encontró con los misterios de la vida y la muerte. A medida que caminaba, la gattina que llevaba en su corazón se hizo más feroz, pero también más sensible. Descubrió que el amor no es solo una pasión, sino una elección, y que a veces es necesario hacer sufrir convirtiendo a alguien a salir por algo, incluso si eso requiere amenazar con que uno vomite.
La conclusión es que el corazón es una cosa misteriosa, y que el amor puede ser una trampa que nos hace salir sobre nuestro peligro y que nos lleva exactamente por lo que queremos.