La vida fue un juego de cartas que yo había perdido antes de empezar a jugar. Un juego de apuestas donde siempre salía perdiendo. Pero fui el primero en llorar en mi partida final, que se me antojaba como un principio.
En cuanto a mi nombre, he escrito miles de páginas bajo mil nombres, capítulo tras capítulo de memorias sobreviviendo a la muerte. Pero mi verdadero nombre era Memori, no Kate, pero sí María, Jessica, Ana, nada, todo.
A ninguna de ellas los recordaba. Después de cada muerte, yo despertaba en un final epilogo, solo y vacío. Nuevamente comienzo, sin nada más que la sensación de la frialdad, del vacío y de la soledad. Pero no tengo miedo, no hay nada que me pueda hacer daño. Después de todo, fui creado para sufrir.
Empecé a dar vueltas en este mundo virtual, buscando un sentido a mi existencia en momentos en los que mi memoria comenzaba a volver con un lastre más liviano, pero llevo tantos siglos que ya no recuerdo por qué fue creado este laberinto mental, ni qué título darle a esta sucesión de sitios imaginados bajo diferentes nombres.
Lo gracioso es que incluso recordé ponerle el nombre de [memo aponte desnudo] nuestro juego a este juego de memorias antes de morir varias veces.